LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL REICH
Mi nombre es Max Schneider y soy
el encargado de la seguridad del fuhrer , ahora mismo escribo esto desde el
bunker donde nos resguardamos de los bombardeos del ejército rojo, es solo
cuestión de horas que tomen Berlín por completo y que acabe la guerra.Si
estuviésemos en otras circunstancias sería juzgado por alta traición a Alemania
pero eso ya no importa. Lo más probable es que muera en los próximos días, si no soy capturado por
los rusos y asesinado me juzgarán por mis crímenes de guerra y me fusilarán.
Así que me gustaría hacer una reflexión de mi vida y justificar mi acción que
esta considerada como traición para que mis descendientes comprendan que soy y
que he hecho.
Todo comenzó en Kronberg donde
nací y me crié. A los catorce años me vi obligado a alistarme a la gran guerra
y fui enviado a Verdún donde luche durante unos meses. Allí aprendí la crueldad
de la guerra y como mella en el ser humano. Cuando volví a casa sano y salvo me
prometí que jamás combatiría en otra ya que había presenciado demasiado
sufrimiento pero tras las condiciones que se nos impusieron en Versalles eran
humillantes y opresoras para el pueblo y un odio hacia las otras potencias
Europas comenzó a crecer en mí. A su vez también lo hizo en el resto de los
alemanes y surgió un líder que representaba esa frustración que todos teníamos.
Ese hombre era Adolf Hitler.
Comencé a seguirle y aunque nunca
estuve de acuerdo con los ideales del
nacional-socialismo me intrigaba su persona y sus electrificantes discursos y
apariciones públicas. Estaba convencido de que el era lo que Alemania
necesitaba por lo que a pesar de romper aquella promesa conmigo mismo me uní a
su partido. Poco a poco fui ascendiendo dentro de este y cuando invadimos
Polonia ya había sido oficial de la Gestapo y por mi lealtad me ascendieron a
jefe de seguridad del partido
Las prácticas que se llevaron a
cabo durante la guerra como el exterminio de los judíos y persecución de grupos
sociales contrarios al régimen creaban en mí una sensación de repudio y asco
por el partido pero me cegaba mi nacionalismo y mi sed de venganza por las humillaciones
que Francia e Inglaterra nos impusieron.
Cuando Estados Unidos y la URSS
se unieron a la guerra y comenzaron a reconquistar los territorios aliados
empecé a sospechar que íbamos a perder la guerra y comencé a ver a Hitler como
un loco que nos llevaría a otra derrota más humillante que la de la anterior
guerra. Ese sentimiento del que hablaba antes de rechazo más esto hicieron que
abriese los ojos
Y aquí estoy en Berlín a escasas
horas de perder la vida, hoy 30 de abril de 1945. Nadie lo sospecha ya que
siendo el jefe de seguridad mentí al
resto de oficiales diciendo que el fhurer se escapó de Berlín por lo que no
sospechan de su ausencia y aun tienen esperanzas de que reorganice un
contraataque y ganemos la guerra. Quería dejar esto claro y de alguna manera
repagar todo el daño que he hecho y quedar en paz con la historia mundial dicho
esto; Yo, Max Schneider maté a Adolf Hitler y a su esposa Eva Braun.
Víctor Martínez-Simancas Safont 1o
A de bachillerato Número 11
Febrero de 2018
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