SAN VALENTÍN
Esta fue el día de
San Valentín de Mike. Mike es un chico como tú y como yo: quince años, sale con
los amigos, vive en una ciudad agradable y, como cualquier otro miércoles, se
estaba levantado de la cama con toda la pereza del mundo para ir al colegio. A
pesar de la habitual desgana por empezar el nuevo día, hoy se le notaba
particularmente nervioso. Anoche en la cena hablaba sobre lo impaciente que
estaba por que llegara este día, puesto que justo hoy iba a pedirle salir a
Alice, la chica de la que estaba enamorado desde octavo curso.
Como de costumbre,
tardó unos cinco minutos en quitarse la pereza de encima y levantarse de la
cama. Bajó al salón y nos saludó a su padre y a mi. Sacó un cuenco del
lavaplatos, se sirvió leche hasta que casi rebosaba y metió un buen puñado de
cereales. Eran ya las ocho menos diez, y por muy cerca que viviera del colegio
ya iba pillado de tiempo para llegar a clase. Cogió la primera camiseta que
encontró, los pantalones vaqueros y se puso su par de deportivas favoritas.
Cogió su mochila corriendo y salió por la puerta sin despedirse para poder
coger el autobús que le llevaba al colegio todas las mañanas. Sinceramente me
da mucha rabia el no despedirme de él esa mañana con el más sincero y fuerte
abrazo que una madre puede dar a su hijo como muestra de su amor.
En el turno de la
mañana, Mike tenía Historia, Lengua y Filosofía, por lo que le esperaba una
mañana bastante larga. Una vez superadas esas tres horas de clase, bajó al
patio a hablar con su mejor amigo Luke sobre cómo, cuándo y todas las preguntas
estúpidas que se le ocurrieron sobre el pedirle salir a Alice, según me contó
su amigo. La verdad es que estaba muy impaciente y nervioso por que llegara el
momento, pero también se podía ver que confiaba plenamente en sí mismo. Tras
veinte minutos de cháchara con Luke, decidió pedírselo a la salida del colegio.
Ahora, le tocaba clase de Matemáticas, Dibujo y Teatro. En estas dos últimas,
había compartido aula con su mejor amigo Luke y con Alice desde octavo curso.
Según lo que me
contó ayer Luke, justo después de enterarme de la noticia, mi hijo estuvo muy
sonrojado durante esas clases y sus compañeros se morían de la risa al verlo
hasta que de pronto la metáfora pasó a ser verdad… un joven llamado Nikolas
entró en el colegio con un AR-15 disparando a diestro y siniestro por todas las
aulas del colegio. Estaba subiendo a la tercera planta del colegio donde,
desgraciadamente, se encontraba la clase de Arte de mi hijo. Luke me lo contó
todo esa tarde: sonó una alarma de evacuación del colegio, los profesores
ordenaban a los niños a meterse en los armarios intentando salvarles la vida
pero, no todos corrieron esa suerte. Luke me dijo que para cuando la profesora
dio la orden de esconderse, Nikolas ya había disparado a través del cristal
impactando cuatro de sus balas en el pecho de mi hijo. Profesores, alumnos,
personal del centro… un total de diecisiete de ellos fueron víctimas de la
masacre que surgió en cuestión de minutos.
Su padre, sus
amigos, sus compañeros y yo no dábamos crédito a lo que había pasado. ¿Cómo es
que un chaval armado se cuela en un colegio y nadie se da cuenta? ¿Cómo es que
ese chaval menor de edad se había hecho con un arma? ¿Cómo es que justo hoy no
nos pudimos despedir de nuestro hijo?
Mariano Díez Bielsa
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