Santiago de Vicente (Es tu momento)



ES TU MOMENTO


Hoy es un día crucial para mí, no se sabe lo que va a pasar, los medios de comunicación y apuestas indican que soy yo el elegido, pero hasta que el jefe no nos reúna a todos no se sabe nada. Llegó el momento, tras desayunar y estar un tiempo en la habitación el jefe nos ha pedido que bajemos a la sala habilitada para reunirnos, el corazón va a una velocidad que tengo la sensación que me va a salir por la boca, llegó a la sala junto a mis compañeros con los que he pasado buenos y malos momentos para llegar hasta aquí. Nos sentamos en los primeros sitios que encontramos, hace rato que deje de sentir el corazón. Empieza a darnos los últimos detalles de la prueba que tenemos hoy, llegó el momento, empieza a decir uno por uno los nombres de los once elegidos, los segundos parecían horas, llegó un momento que pensé que no me iba a decir, pero cuando mi ánimo empezaba a quebrantarse escuché mi nombre, sentí una felicidad tan grande que no podía ni hablar, al acabar la reunión todo el mundo me felicitaba. Subí a mi habitación y llamé a mis familiares para contárselo, me dieron un gran consejo, que lo hiciese como yo lo sé hacer.

Dos horas antes del compromiso salimos del hotel dirección al autobús, todos estábamos muy concentrados, con ganas de jugar, sabíamos que éramos mejores que ellos, pero ellos estaban en muy buena forma. En el autobús se escuchó el silencio, nadie hablaba, todos estábamos pensando en lo mismo, cómo iba a transcurrir el partido. Al llegar a las inmediaciones del campo, allí estaban, nuestro público, que había estado ahí siempre, al pie del cañón. Era de noche, estaba oscuro todo, pero nuestra afición encendió unas cuantas bengalas al mismo tiempo que cantaban todos al unísono los cánticos, parecía que habíamos entrado en el infierno, todo envuelto en una atmósfera de color rojo, yo recuerdo haber estado ahí fuera dando el último empujón al equipo.

Entramos a los vestuarios, nos cambiamos y salimos a calentar, saliendo por el túnel de vestuarios para calentar ya se escuchan los primeros gritos diciendo: “Ahí vienen”. Salimos, y saludamos a los fans, y empezamos a hacer los ejercicios de calentamiento, se notaba un ambiente diferente a un partido normal, nuestros aficionados estaban confiados pero nerviosos, volvemos al vestuario entre vítores y aplausos. El míster nos da las últimas indicaciones, de fondo se escucha al speaker nombrar nuestros nombres a la par que los aficionados los corean. Estamos nerviosos pero confiados, llegó el momento, nos dicen que hay que salir, que salgamos a hacer historia.

Suenan los himnos de ambas naciones, nos saludamos los dos equipos y nos vamos a nuestro campo, el capitán nos da las últimas instrucciones, empieza el encuentro. Acabó el primer tiempo sin nada que destacar, ninguno de los dos equipos dio un paso hacia delante por miedo a las posibles consecuencias, empezó la segunda parte, aquí sí que los dos equipos tuvimos nuestras oportunidades, pero ninguna acabó dentro de la portería.

Llegamos al punto en el que ninguno de los dos equipos queríamos llegar, los treinta minutos extra. En los primeros quince minutos de la prórroga ellos tuvieron una clara oportunidad de adelantarse en el marcador, pero el poste se la arrebató. Necesitábamos despertar, se nos estaba yendo el partido y con otra oportunidad como esa íbamos a perder la final, en los segundos quince minutos provoqué una pena máxima, ya sea por suerte o por habilidad conseguí que el defensor me hiciese penalti, en cuanto me levanté fui a por el balón, pero ya no estaba, nuestro capitán que suele ser el lanzador habitual ya había cogido el balón, fui a hablar con él y le dije que lo había provocado yo, él me dijo que lo tiraba él, pero recapacitó y me dijo, has trabajado muy duro para llegar hasta aquí, toma, es tu momento, cogí el balón decidido, le di un beso, lo puse en el punto de penalti y di cuatro pasos hacia atrás, en ese momento mire al balón y escuché el silencio, a pesar de estar ante cien mil personas, respiré hondo y disparé. Sabía que acababa dentro en cuanto chuté, y así fue, pegado al palo izquierdo, fuerte y directo, me fui a celebrarlo al fondo de nuestra afición, aún no había acabado el partido, pero sabíamos todos que ya éramos campeones.

Santiago de Vicente Diciembre 2017


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