CON OTROS OJOS
En
la mirada de un niño, caben muchas cosas, pero entre ellas no se encuentra el
odio, la maldad, el desprecio. Son ojos inocentes, que creen en la amistad
entre personas con diferentes rasgos, tradiciones, cultura.
Son
miradas que te atrapan, que te dejan absorto y no sabes la razón, ni siquiera
hace falta que articulen una palabra para saber que necesitan, que es lo que
quieren trasmitir. Ven detalles que los adultos no perciben, no son impacientes,
quieren absorber cada situación, cada detalle y en cambio los adultos siempre
piensan en lo que va a pasar, que tienen prisa, que tienen que acabar el
trabajo para mañana… se pierden lo bueno de la vida, ¿por qué no son capaces de
ser como los niños?
Os
contaré algo, continuamente pensáis que los adultos sois mejores que los niños
que tenéis la capacidad de enseñarnos cosas nuevas porque somos pequeños, pero
a veces tendríais que pararos durante unos instantes para observarnos y ver que
nosotros también os podemos enseñar cosas.
Vivís
en un mundo de prisas, de entrega de trabajos, de complejos, en definitiva,
llenos de elementos insignificantes pero que para vosotros constituyen
prácticamente toda vuestra vida. Me encantaría que os pusierais en mi piel, si
queréis os puedo prestar mis gafas, son rojas con unos cristales muy grandes
para poder ver mejor, espero que os sirvan a todos porque quiero que aprendáis
una lección muy importante.
Mi
nombre es Macarena, aunque todos mis amigos me llaman Maca, tengo 7 años y vivo
en un pequeño pueblecito del norte de África, desde pequeña he aprendido a
valorar todo lo que he tenido puesto que mis padres trabajaban mucho para
conseguirlo.
Un
día de sol, estaba acompañando a mi madre al mercado para comprar alguna que
otra verdura cuando me encontré con una niña que tendría más o menos mi edad
pero era diferente a mí, ella era muy alta, con los ojos caramelo el pelo liso
y recogido en una larga coleta… pero además era blanca, no estoy acostumbrada a
ver gente blanca y además mi abuelo dice que son malos que estuvieron en mi
país durante mucho tiempo, y mi abuelo no es muy amigo suyo pero nunca me ha
explicado porqué dice que todavía soy muy pequeña para entenderlo.
Mi abuelo no me dejaba
acercarme a aquella familia, pero no me pude resistir, soy una niña muy
curiosa, fui a su casa con una comba y una pelota, toqué la puerta y me abrió
un señor con el ceño fruncido y una barba muy espesa, me preguntó qué era lo
que necesitaba y tras decirle que quería jugar con su hija, me invitó a pasar
mientras Ana bajaba, así es como se debía llamar mi futura amiga. Estuve un
rato esperando y por fin Ana bajo, con aquella coleta larga y me dijo que
saliéramos al jardín que hacía buen tiempo, tras un rato largo de risas y
confidencias nos hicimos ¡super amigas!
Pero esto conllevó
muchos problemas, en la ciudad no nos dejaban ser amigas, mi abuelo no estaba
muy contento y a la mamá de Ana tampoco le debí caer muy bien, así que pasamos
una larga temporada viéndonos escondidas después del cole, hasta que un día nos
pillaron y nos regañaron mucho mucho. Las dos nos pusimos a pensar y tuvimos
una gran idea, juntaríamos a nuestras familias y les explicaríamos el porqué de
ser amigas.
Así lo hicimos, nos
reunimos y al principio nuestras familias estaban un poco enfadadas con
nosotras, pero les hicimos ver que no importa lo que había ocurrido en el
pasado, ni que yo tuviera el pelo rizado y Ana liso, que yo fuera bajita y Ana
alta o la diferencia que más pesaba era el color de nuestra piel. Al principio
ninguno quería perdonarnos, pero se dieron cuenta de algo muy importante,
nosotras habíamos sido capaz de dejar atrás los prejuicios y ver a la otra “con
otros ojos” con la mirada de una niña, lo que éramos, por lo que ellos también
serían capaces de hacerlo. Todo acabó con un gran abrazo y por fin Ana y yo
pudimos ser amigas.
Os pido por favor que
dejéis atrás los prejuicios que seáis como nosotros, al final si os prestamos
nuestras gafas, el mundo sería mucho mejor, ¿estáis dispuestos a intentarlo?
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