Paula Fidalgo Montero (Con otros ojos)




CON OTROS OJOS

En la mirada de un niño, caben muchas cosas, pero entre ellas no se encuentra el odio, la maldad, el desprecio. Son ojos inocentes, que creen en la amistad entre personas con diferentes rasgos, tradiciones, cultura.


Son miradas que te atrapan, que te dejan absorto y no sabes la razón, ni siquiera hace falta que articulen una palabra para saber que necesitan, que es lo que quieren trasmitir. Ven detalles que los adultos no perciben, no son impacientes, quieren absorber cada situación, cada detalle y en cambio los adultos siempre piensan en lo que va a pasar, que tienen prisa, que tienen que acabar el trabajo para mañana… se pierden lo bueno de la vida, ¿por qué no son capaces de ser como los niños?


Os contaré algo, continuamente pensáis que los adultos sois mejores que los niños que tenéis la capacidad de enseñarnos cosas nuevas porque somos pequeños, pero a veces tendríais que pararos durante unos instantes para observarnos y ver que nosotros también os podemos enseñar cosas.


Vivís en un mundo de prisas, de entrega de trabajos, de complejos, en definitiva, llenos de elementos insignificantes pero que para vosotros constituyen prácticamente toda vuestra vida. Me encantaría que os pusierais en mi piel, si queréis os puedo prestar mis gafas, son rojas con unos cristales muy grandes para poder ver mejor, espero que os sirvan a todos porque quiero que aprendáis una lección muy importante.  


Mi nombre es Macarena, aunque todos mis amigos me llaman Maca, tengo 7 años y vivo en un pequeño pueblecito del norte de África, desde pequeña he aprendido a valorar todo lo que he tenido puesto que mis padres trabajaban mucho para conseguirlo.


Un día de sol, estaba acompañando a mi madre al mercado para comprar alguna que otra verdura cuando me encontré con una niña que tendría más o menos mi edad pero era diferente a mí, ella era muy alta, con los ojos caramelo el pelo liso y recogido en una larga coleta… pero además era blanca, no estoy acostumbrada a ver gente blanca y además mi abuelo dice que son malos que estuvieron en mi país durante mucho tiempo, y mi abuelo no es muy amigo suyo pero nunca me ha explicado porqué dice que todavía soy muy pequeña para entenderlo.


Mi abuelo no me dejaba acercarme a aquella familia, pero no me pude resistir, soy una niña muy curiosa, fui a su casa con una comba y una pelota, toqué la puerta y me abrió un señor con el ceño fruncido y una barba muy espesa, me preguntó qué era lo que necesitaba y tras decirle que quería jugar con su hija, me invitó a pasar mientras Ana bajaba, así es como se debía llamar mi futura amiga. Estuve un rato esperando y por fin Ana bajo, con aquella coleta larga y me dijo que saliéramos al jardín que hacía buen tiempo, tras un rato largo de risas y confidencias nos hicimos ¡super amigas!


Pero esto conllevó muchos problemas, en la ciudad no nos dejaban ser amigas, mi abuelo no estaba muy contento y a la mamá de Ana tampoco le debí caer muy bien, así que pasamos una larga temporada viéndonos escondidas después del cole, hasta que un día nos pillaron y nos regañaron mucho mucho. Las dos nos pusimos a pensar y tuvimos una gran idea, juntaríamos a nuestras familias y les explicaríamos el porqué de ser amigas.


Así lo hicimos, nos reunimos y al principio nuestras familias estaban un poco enfadadas con nosotras, pero les hicimos ver que no importa lo que había ocurrido en el pasado, ni que yo tuviera el pelo rizado y Ana liso, que yo fuera bajita y Ana alta o la diferencia que más pesaba era el color de nuestra piel. Al principio ninguno quería perdonarnos, pero se dieron cuenta de algo muy importante, nosotras habíamos sido capaz de dejar atrás los prejuicios y ver a la otra “con otros ojos” con la mirada de una niña, lo que éramos, por lo que ellos también serían capaces de hacerlo. Todo acabó con un gran abrazo y por fin Ana y yo pudimos ser amigas.


Os pido por favor que dejéis atrás los prejuicios que seáis como nosotros, al final si os prestamos nuestras gafas, el mundo sería mucho mejor, ¿estáis dispuestos a intentarlo?


Paula Fidalgo Montero, 1º Bachillerato A, 15 de noviembre de 2017

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