Lucía Marín (Infierno)



INFIERNO

Vilariño de Conso, allí es donde estaba mi finca, bueno o estaba antes de que pasara.

Vilariño de Conso es un pueblo de Ourense no muy grande donde todos los vecinos nos conocemos y nos reunimos la mayoría de los sábados en la plaza del pueblo para hablar de los problemas de la actualidad. Estos últimos días no se habla más que de política, que si Cataluña por aquí que si Puigdemont por allá. También quedamos en verano para ir al lago a tomar el sol y los más pequeños a bañarse.

Yo trabajo de camarera en uno de los bares de Vilariño y cuando vuelvo a casa por la tarde después de trabajar me dedico a mis animales y a mi pequeño huerto donde tengo plantados guisantes y judías. Y por las noches salgo al bosque de al lado de mi casa a pasear y a despejarme de los problemas del día a día.

Todo esto cambió el 7 de octubre del 2017.

El despertador sonó como siempre a las cinco y media de la mañana, me vestí, desayuné y me fui a darle de comer a mis animales; saqué a los caballos de la cuadra, recogí los nuevos huevos que habían puesto las gallinas y ordeñé mis vacas. Después de todo me fui a trabajar, hoy solo me tocaba turno de mañana por lo que a la una en punto ya estaba de camino a mi casa. Cuando llegué, comí y me eché una siesta. De repente oí el relincho de los caballos, el ladrido de los perros y nada más abrir los ojos vi que mi casa estaba cubierta de humo y el aire era casi irrespirable. Rápidamente salí de casa y lo único que veía era humo al fondo, pero cada vez más cerca; a un lado y a otro los vecinos gritaban y lloraban. Me dirigí lo más rápido posible a las cuadras para sacar a todos los animales e intenté coger a todas las gallinas que había; junto a ellas intenté huir de lo que se había convertido en un infierno.

Cuando nos íbamos alejando de lo que era nuestra casa me entró miedo, miedo a perder a mi familia, miedo a perder a mis amigos, animales y en total miedo a perder mi vida. No entendía cómo podía haber pasado algo tan terrible en tan poco tiempo. No paraba de oír; ¡Socorro!, ¡Ayuda por favor!... y en una de esas veces vi que una mujer pedía ayuda en una casa de las afueras del pueblo. No podía dejar a esa mujer sola en tan terribles condiciones así que paré y me acerqué. Cuando pasé por la puerta vi que era una mujer muy mayor, estaba muy nerviosa y tenía miedo, rápidamente me acerque a su lado la intente calmar y la ayude a levantarse del sillón en el que estaba sentada le cogí de la mano e intentamos correr lo más rápido posible para llegar a la carretera donde encontramos a la policía señalando y gritando para que fuésemos allí.

Al llegar a la carretera vi que estaban la policía y la ambulancia atendiendo a los vecinos que estaban heridos y tenían problemas respiratorios. Esa noche el pueblo entero durmió en un hotel de un pueblo más alejado.

A la mañana siguiente nos acercamos a lo que había sido nuestra casa, vimos la cantidad de árboles convertidos en cenizas, humo… vimos un paisaje desolador. En mi cabeza retumbaba solo una única pregunta ¿Por qué?

En los medios de comunicación decían que el incendio había sido provocado en diferentes puntos para hacer el mayor daño posible ¿Por qué alguien querría provocar tantas desgracias con pérdidas humanas?

Tengo que reconocer que fue la semana más dura de mi vida. Durante esa semana todos los vecinos y no vecinos, policías, bomberos… nos reuníamos para apagar ese horrible incendio. Allí me di cuenta de que al igual que hay gente loca, malvada… hay gente buena que le da igual dejar su vida con tal de ayudar a otras personas.

Hace ya un mes de aquel horrible día y sigue habiendo casas sin restaurar pero gracias a Dios la cosa en nuestro pueblo va volviendo a la normalidad.

Lucía Marín Fernández 4ºE       8/11/17



Comentarios