¿Me escuchas mamá? Dicen que las madres pueden sentir lo que
dicen sus hijos sin oír sus palabras, que saben leer sus silencios. Por eso ahora
me atrevo a contarte tantas cosas qué no te he podido decir nunca . Mi odio a
tu manía a vestirme con el traje de futbol cuando yo solo quería ser una
princesa, de regalarme balones y espadas y de cortarme el pelo casi a cero. Ese
sentimiento de impotencia y desconfianza que ha ido aumentando al no poder
contarle a la persona a la que más quiero la realidad sobre quién soy.
Desde pequeño me he sentido diferente, empezando por el
hecho de solo poder llevar pantalones, hasta mi apariencia exterior. Nadie
parecía notarlo, pero yo no era como los demás. Quizá mi físico era igual que
el del resto de chicos de mi edad, pero créeme mamá, no era así.
El color azul que tanto me solías adjudicar, ha sido
siempre uno de los colores que más me repugnaban. ¿Te acuerdas de cuándo le
echabas la bronca a Ana por gastarte tu maquillaje? Pues era yo, al igual que
el que te desordenaba el cajón de los tacones y el que echaba purpurina por
todas partes.
De verdad que intenté quitarme la idea de la cabeza
pensando que era todo una simple infatuación. Incluso salí con alguna chica, ¿recuerdas?.
Nunca me duraban nada las relaciones. Tú pensabas que eran las hormonas, la
adolescencia, y que sólo me estaba divirtiendo; pero la realidad es que, cuando
estaba con ellas, la parte femenina de mí se intensificaba y hacía que me viera
como si fuera una más, y no Mario.
Sé que ésta no es la mejor forma, ni el mejor momento
para contártelo, pero no me sentía con fuerzas de que todo el mundo me juzgase
y menos mi propia madre. Conociéndote, le habrías echado la culpa a la adicción
a las drogas de papá durante tantos años y a su muerte como consecuencia. Sin
embargo, todo empezó mucho antes, intente dejarlo de lado, para no echarte más
peso encima, pero ya sabes, como la abuela decía, el yo interior siempre está y
estará ahí aunque intentes esconderlo.
Pensaba decírtelo una vez hubiese terminado el instituto,
pero te pusiste tan contenta al ver que habían aceptado la solicitud que
enviaste para que me aceptasen en el ejército, que decidí guardármelo para mí,
y dejar que fueses feliz.
En la academia militar todo fue a peor. No podía seguir
fingiendo. Para estar allí, como ya sabes y me has dicho tanta veces, tienes que
sacar la parte más varonil que hay en ti, y eso hizo que mis sentimientos y mis
ideas se disparatasen y que mis dos yo, luchasen por salir a la luz. En primer
lugar estaba el Mario al que todos querían ver, el chico que se reía de las
bromas de mal gusto a los novatos, el más fuerte y veloz, el más atrevido a la
hora de conocer chica; y luego estaba la tímida y sensible María, mi verdadero
yo, qué disfruta con una gota de lluvia, con el olor de una rosa, aquella que
llora al escuchar una balada romántica, que siente la fuerza Dios en cada una
de esas pequeñas cosas.
Muchos dirán que está mal lo que he hecho, que el Dios de
María nunca admitiría eso incluso lo digo yo, pero ya no aguantaba más. Cuando
intentas aparentar algo que no eres, tu mundo se derrumba y el YO equivocado,
por la presión social, acaba contigo. Tuve varios momentos de crisis mental en
los que me pasó eso, pero aquella noche, aquella noche desee desaparecer y
quitarme de en medio como nunca antes lo había hecho.
Fue en ese momento cuando, a las 2.30 am, mientras todos
estaban durmiendo, fui al armero, cogí el primer arma que encontré, y como acto
reflejo, me disparé a mí mism@.
No me preguntes qué paso después porque no podría
responderte, solo sé que nunca había sentido tanta paz como en aquel limbo al que
había sucumbido.
Y, aquí me tienes ahora, tumbado en una cama de hospital
en silencio, como muerto en vida, haciendo que la mujer de mi vida lo pase mal
por algo tan egoísta y egocéntrico como yo.
No sé lo que pasará mamá. No tengo miedo, y tú tampoco
deberías tenerlo. Siento no habértelo contado antes, pero te prometo que despertaré.
Lo haré por ti, y María te lo contará todo, y dentro de unos años, prométeme,
qué sonreiremos juntos cogidos de la mano y recordaremos a Mario como una victoria
más contra esto que hoy en día llamamos comprensiva y respetuosa sociedad.
Leire Pérez Núñez 1ºB Bachillerato
Miércoles 25 de Octubre de 2017
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