PARA QUÉ
Hijo de Gracia Pérez Cueto y Antonio Baena
Sierra, pasada ya la guerra civil, nace Antoñito. Un pequeño y simpático chiquitín,
quinto hermano de una extensa familia, con ambición y envidioso, llorica y
descuidado. Fue a un colegio público y durante ese periodo tuvo 3 hermanos más,
muriendo uno nada más nacer. Una tragedia de la que el no fue muy consciente. Terminó
con altas calificaciones y perdió muchas de sus malas costumbres desarrollando
una bondad y una ambición dignas de admiración. Buscó estudiar una carrera pero
no había mucho dinero en la Granada de aquel entonces. Al negarse sus padres,
él no se dio por vencido, y busco mil maneras de conseguirlo. Teniendo en
cuenta que en esa época apenas había medios de comunicación, contactó con el
padre de un amigo que tenía un camión de su empresa de pescadería. Estuvo tres años
yendo y viniendo cada día entre hora, hora y media de viaje, en el camión
consiguiendo una carrera con apenas dinero, a base de becas y esfuerzos.
Durante esta etapa conoció, en una bonita primavera del 64, a la que sería su
mujer hasta el día de hoy, maestra y modelo, puntualmente.
Trabajó muy duro para estar entre los mejores mudándose
junto con su amada a la ciudad del entonces, la bella y exaltante Madrid,
concretamente en un chalet de la todavía por explotar, Alcobendas. En poco
tiempo se situó en la élite como directivo de una de las mayores empresas energéticas
de los tiempos, Iberdrola. Siempre ha sido un hombre muy feliz y tuvo tres
hijos, que como prueba de su éxito puedo decir que viven actualmente en California,
Boston y Madrid, independientes y dejando aquel chalet de Alcobendas que tan
buenos recuerdos les dejó, algo solitario. Pero se entretenían alternando su
estancia en el chalet con la de sus casas en las costas granadina y almeriense,
lugar de procedencia de él y ella respectivamente.
Hasta que un 4 de noviembre de 2012, volviendo
de la playa de la Herradura en el garaje de su apartamento, Antonio repentinamente
se desplomó y comenzó a convulsionar durante dos minutos, encontrándolo con
mucha fortuna un vecino suyo de procedencia sueca, que llamó inmediatamente a
la ambulancia salvándole la vida. Aquella mañana lo que padeció fue un ictus
hemorrágico inmovilizándose su parte derecha del cuerpo perdiendo más del 80%
del habla y adquiriendo un carácter rudo y desconfiado. Recuperó casi al
completo su movilidad y actualmente no es casi consciente de su enfermedad
irreparable, pero otro problema era el daño psicológico causado a su mujer, que
incluso les obligó a mudarse de su querido hogar a una casa más céntrica,
necesitada de cariño y vida social. Ella siempre ha permanecido fuerte ante
este asunto y lo que más me sorprende es el haber, incluso multiplicado, su fe religiosa
sabiendo todo el daño causado y habiendo perdido todo lo que se esforzó para
ser un hombre feliz.
Esta es la historia de mi abuelo un hombre
luchador el cual consiguió todo lo que deseaba aunque la injusticia le haya
arrebatado sus últimos años.
Carlos
Fernández Baena. Nº6. 4ºESO E. Noviembre de 2017.
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