Resulta fácil decir la cantidad de amigos que una persona
puede tener durante su vida, y sobre todo, resulta muy fácil decir quien es tu
amigo cuando eres un niño pequeño, pero la vida puede ser dura hasta para mí,
me llamo Juan, soy el líder de los llamados “postu” del colegio, la gente me
quiere, las chicas me adoran, pero solo se acercan a mí por quien soy. Estoy
seguro que si me cambio de colegio nadie va a querer saber nada de mí, porque
se buscarán a otro líder.
Mis “amigos” y yo siempre hemos sido los malotes del
curso, siempre nos ha gustado vacilar a los “marginados” y a los profesores,
definitivamente, nos hacíamos respetar a la fuerza, y por supuesto estábamos en
contra de todo lo que decían nuestros padres y de sus normas en casa.
Pero un día todo cambió, estaba de juerga con los
colegas, siempre íbamos a Pachá los jueves a darlo todo por la noche, y,
volviendo a casa, fui atropellado por un coche, vi como una vida entera pasaba
por mi cabeza en cuestión de segundos, quedé inconsciente y tirado en la acera,
y adivinad quien llamó a la ambulancia y quienes fueron los que se volvieron a
casa como un día normal… Esos amigos de los que os hablaba, ni uno solo tuvo el
valor de llamar, llamó un transeúnte que pasaba por allí, Pedro, al que le debo
la vida.
Me desperté en el hospital, y me dieron la mala noticia,
me tenían que amputar ambas piernas y mi movilidad se había reducido a un 20%,
solo era capaz de hablar y de mover la parte derecha de mi cuerpo, con la que
estoy escribiendo esta carta, o al menos lo que me quedaba de ella. Después de
cinco meses ingresado en el hospital, volví al colegio en el que tanto me
querían y en el que tanta fama tenía, la gente me miraba raro, los “postus”
habían cambiado de líder y yo pasé a formar parte de ese grupo de marginados,
grupo en el que no fui ni soy bien recibido por lo que hice en el pasado.
Me di cuenta de que tenía que valorar a mi familia, a esa
familia que tanto había odiado durante mis épocas traviesas de la adolescencia,
esa familia que nunca me había dado la espalda aunque yo si que se la di en los
momentos difíciles, y esa familia, que en definitiva, era la que realmente me
había querido.
Papá, Mamá, o la persona que esté leyendo esta carta, lo
siento mucho si os he hecho sufrir más de la cuenta, o si en algún momento me
he pasado de listillo. Creo que no me merecéis y yo no os merezco tampoco,
habréis encontrado esta carta al lado de mi cuerpo, creo que era lo más
adecuado de hacer, a mi manera de ver, porque me he portado muy mal con todo el
mundo.
Aprovecho esta carta para hacer saber a la gente que el
acoso escolar que yo hacía a esos marginados acabó pasándome factura, ya que,
como siempre se ha dicho, una persona recoge lo que siembra, yo tengo muy claro
lo que sembré en mi momento, es por eso que me quito la vida, y pido perdón a
los grupos que fueron discriminados en el colegio, y siento de verdad todo lo
producido.
Con mucho cariño,
Juan
Pd: uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero en
vuestro caso, mamá y papá, no vais a echarme de menos porque nunca os he demostrado
lo que os quería ni el aprecio que os tuve. Os quiero.
JAVIER GIL BEUNZA// MAYO 2017// 1 DE BACHILLERATO A.
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