AL INFIERNO POR SU CULPA
Nací
en España, Europa. Fue un proceso complicado, igual que el de todos mis
hermanos y hermanas.
Nos
empaquetaron cómodos, con paredes blandas para evitar accidentes.
Desde
dentro se oía todo lo que pasaba alrededor a pesar de estar bien protegidos.
Mi
vida se ha basado básicamente en viajar. Desde Europa me llevaron a Yemen, un
lugar en el que hablan diferente a los españoles, no sé qué era, pero era un
idioma agresivo. Parecía que les gustábamos porque muchos de mis compañeros
sonaban de fondo a todas horas.
Daba
miedo, porque a veces no salía bien y se oían gritos. Parece ser que no eran
expertos.
Lo
pasé muy mal pero tuve la suerte de que no me utilizaran en toda mi estancia
allí. Yo estaba en algún sitio cerrado, reservada para algo. Pasaron varios
días y escuché que se abría la puerta del sitio en el que estaba, me iba de
viaje de nuevo. Me hubiera gustado poder ver desde donde estaba, porque solo me
enteraba de la mitad de las cosas y no podía ver mi entorno.
Escuché
una voz española, por suerte, aunque con un acento que me recordaba al idioma
de Yemen, y decía que me iban a llevar a España de vuelta, parece ser que
habían encontrado a alguien dispuesto a usarme. Yo solo deseaba que fuera un
experto, porque ya estaba cansada de gritos y accidentes.
Cuando
llegué a España ya me enteraba de todo. Parece ser que era ilegal estar allí a
pesar de haberme fabricado ellos. Un cosa muy rara.
Después
de unos días de viaje, llegó mi día. Íbamos solamente dos compañeras y yo, o
eso creo. Se oían muchas voces de fondo. Escuché que estábamos en Madrid, por
el centro y nos dirigíamos a la sala But, junto al teatro
Barceló. Me resultó extraño que me fueran a usar allí porque había oído hablar
de esa sala y había eventos continuamente.
Sería
un gran derribo, importante supongo, puede que el edificio estuviera mal
construido o algo.
Mientras
nos acercábamos, yo oía un montón de voces, muchas a la vez. Sentí que
entrábamos en un lugar cerrado. Había voces de fondo con ritmos, yo no sabía lo
que era pero pensé que sería eso a lo que los humanos llaman música. No lo
había sentido en mi vida.
¿Qué
hacía yo ahí? Esa era la pregunta. Además, oía y sentía todo con más claridad,
ya que me habían sacado de la caja y me habían metido en otro material, un saco,
como de tela, y estaba cubierto por algo más.
Mientras
pensaba en qué iba a pasar, se oían unos gritos, todos llamando a la vez a la
misma persona, la felicidad se podía sentir, oler, y sobre todo, se podía
escuchar.
Era
la mejor sensación que había tenido nunca, y parecía que también lo era de las
personas que ocupaban el lugar. Todo era alegría, risas, y música, sobre todo
música, hasta que de pronto noté que me movían mucho, a la vez que se oía una
canción en directo, una canción cuya letra, a pesar de ser triste, emocionaba
tanto como la experiencia que estaba viviendo.
Noté
que alguien me estaba sacando de mi
escondite, de la bolsa en la que estaba.
De
repente, empecé a comprender todo: había sido creada para matar.
Alguien
como yo, que mi ilusión en la vida era demoler un edificio para que otro fuera
construido después, o incluso derribar un muro que separa a la población, para
unirla, en una cantera para obtener piedras, o en una montaña para construir un
túnel que permita el transporte de cientos de cosas que no dañan a nadie.
Podía
servir para todo eso y, sin embargo, me van a usar para matar. Mi existencia no
tiene sentido, mi fin no es el que yo esperaba.
Soy
una asesina sin querer serlo.
Exploté
sin darme cuenta y el ambiente decayó y la alegría se extinguió, pero los
gritos seguían aunque tenían significados diferentes.
La
gente seguía con los ojos como platos, aunque ya no era de emoción sino de
terror.
Yo
me había convertido en mil pedazos y, a pesar de morir, seguía viéndolo todo,
incluso más claro.
En
el infierno estaban todos mirándolo, no era la única, había muchas más
víctimas.
Los
humanos nos condenaron a atentar contra la vida.
Jaime Prada Ramos
1º A
Mayo 2017
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