EL
GRAN SUEÑO
Hola, me llamo Marta
Montero Sánchez, soy la pequeña de tres hermanos. Tengo 15 años y voy al
colegio, en un futuro me encantaría ser cirujana y bueno hoy os quiero contar
la historia de mi vida.
Desde que era pequeña
siempre era yo la que se tragaba las bromas de mis hermanos, claro, como soy la
pequeña es lo que toca, aun así, el más mayor que se llama Lucas siempre ha
sido como mi ángel de la guarda. Siempre me ha cuidado y me ha ayudado.
Teníamos que ir todos los hermanos solos al colegio porque mis padres tenían
que trabajar y él, era el que me daba la mano y se preocupaba de que no me
pasara nada. Siempre iba al colegio con una coleta y a la hora de salir, si
veía que no llevaba la coleta puesta, se preocupaba e iba corriendo a preguntarme
que era lo que me había pasado. Seguro que esto os parecen cosas que no tienen
ninguna importancia, pero lo que yo veo es el hecho de cuánto puedo llegar a
importarle a una persona. Bueno, sigamos.
Mi vida siempre ha sido
muy monótona, iba al colegio, merendaba en el jardín con mis hermanos, después
tenía que ir a los entrenamientos de baloncesto y por último cenábamos toda la
familia en la gran mesa del comedor, dónde nos contábamos todo lo sucedido
durante el día. Un día estábamos todos bendiciendo la mesa para cenar cuando mi
padre de pronto gritó que tenía una gran sorpresa para nosotros. Me pareció
extraño pues en mi familia no suele haber muchas sorpresas. Papá nos dijo que
en una semana nos íbamos a ir a San Francisco, ya estaba todo organizado.
Pasé una semana muy
nerviosa porque era la primera vez que iba a viajar en avión y encima, ¡teníamos
que coger dos aviones! Simplemente me daba miedo porque siempre me han dado
miedo las alturas.
Me acuerdo
perfectamente del día previo al viaje, metí en aquella pequeña maleta de cabina
mi ropa favorita. Iba a estar una semana en Estados Unidos con la gente que más
quería y quería lucir mis modelitos más estilosos.
Por fin llegó el gran
día, mis hermanos y yo teníamos los pasaportes en la mano y nuestras
respectivas maletas y estábamos esperando a papá y a mamá en la puerta para ir
al aeropuerto. Cogimos un taxi que nos llevó al aeropuerto de Madrid. Llegamos
un poco justos de tiempo, puesto que fuimos rápidamente al control de seguridad
y en cuanto acabamos subimos al avión.
Estábamos sentados en
nuestros asientos y yo claramente en el que estaba al lado de la ventanilla
porque quería ver aquel precioso paisaje con el océano de por medio y a mi
derecha mi hermano mayor Lucas. Madre mía lo recuerdo como si fuera ayer, en
cuanto escuche los motores cogí fuerte la mano de mi hermano y el me susurró al
oído que no pasaría nada, que no me preocupara. El resto de mis hermanos
estaban tan emocionados y tensos como yo, todos le cantábamos a mi padre y le
dábamos las gracias por llevarnos a San francisco. El avión empezó a rodar por
la pista y unos minutos después despegamos.
Tras 3 horas llegamos a
New Jersey donde teníamos que coger otro vuelo que nos llevara a San Francisco.
No había ido al baño desde que salí de casa y necesitaba urgentemente ir. Lucas
me acompañó y antes de irnos mi padre nos dijo que el vuelo era el número 93 de
United Airlines y que buscáramos la puerta de embarque. Salí del baño y allí
estaba mi hermano esperándome y gritándome que nos diéramos prisa o perderíamos
el vuelo. Llegamos a la puerta de embarque y ya había entrado todo el mundo,
habían cerrado la puerta. Mi hermano suplicó a la azafata, bueno más bien se la
cameló y aquella chica nos dejó pasar. Llegamos apresurados a nuestros asientos
y Lucas consiguió que todos mis hermanos se movieran para dejarme a mí la
ventanilla. Al despegar de nuevo mi hermano me dijo lo mismo que la primera
vez, pero yo iba más calmada porque claramente no era mi primer viaje en avión.
A la media hora ya me
había cansado de estar sentada, pasé por encima de todos mis hermanos y me
recorrí el avión entero, estuve hablando un rato con una azafata y cuando
volvía a mi asiento vi a un señor que
estaba muy nervioso, era morenito de piel y no llevaba ropa muy elegante.
Estaba sudando y le veía muy tenso por lo que le dije lo que mi hermano me
había dicho, que los aviones son muy seguros que no se preocupara y me dio las gracias. En el momento en el que
llegué a mi asiento me quedé dormida.
Me desperté con gritos
de gente, mire a mi alrededor y no sabía que estaba pasando miré a mi lado y no
estaban mis hermanos, ni mis padres, me puse de pie encima del asiento cuando
de pronto vi a una mujer tirada en el suelo con sangre en la cabeza…. Era mi
madre. No podía dejar de mirarla mientras lloraba, no entendía nada. Lucas me
vio que estaba llorando y vino corriendo a decirme que me sentara en el asiento
y me pusiera el cinturón que no me preocupara que todo iba bien, pero yo sabía
que eso no era verdad.
Finalmente decidí
hacerle caso y me quedé como él dijo. No dejaba de escuchar gritos y algún
disparo. Me giré un momento, vi a mis hermanos y mi padre forcejeando con unos
señores, Lucas y mi padre estaban intentando quitarle una pistola a uno de
aquellos señores, me resultó muy familiar aquel hombre, recordaba haberle visto
antes, cuando me di cuenta que aquel señor nervioso al que yo intentaba
tranquilizar era el mismo que sujetaba la pistola. Recuerdo que en aquel
momento me tapé los oídos con mis manos porque no podía soportar aquello que
estaba ocurriendo.
Miré por la ventanilla
y vi que estábamos acercándonos al suelo, era todo campo, pensaba que todo iba
a acabar ya, que estábamos aterrizando, me agarré fuerte al asiento y noté un
gran golpe acompañado de un sonido de explosión. En aquel momento me debí
desmayar porque lo último que recuerdo es estar en un hospital llena de tubos y
escayolas que me recorrían todo el cuerpo.
Vino un doctor y me
empezó a hablar en inglés, lo único que entendí fue que estaba en Shanksville, Pensilvania. Cuando el
doctor se fue vino una voluntaria que hablaba español y fue la que logró
explicarme todo lo que había pasado. Había sido víctima de un atentado de Al
Qaeda, secuestraron el avión en el que yo iba. También me explicó que en ese
mismo día 11 de septiembre 2001 había habido otros tres atentados más y que era
muy afortunada por estar con vida.
De pronto me di cuenta que allí no estaba mi hermano Lucas ni
nadie de mi familia y no tardé en preguntarla que donde se encontraban mis
hermanos y mis padres. La chica se levantó preocupada y me dijo que iría a
preguntar y me traería noticias. Pasó una hora hasta que aquella chica volvió.
No volvió con aquella sonrisa que la caracterizaba si no con una cara de
tristeza y en aquel momento me imagine lo peor. La chica se sentó a mi lado y
me dijo que mi madre había muerto de un disparo, de pronto me vino una imagen
del avión en la que la vi en el suelo, también me dijo que gracias a mis
hermanos y mi padre se han salvado miles de vidas.
A mí me daba igual saber que habían salvado a mucha gente lo
que de verdad necesitaba era saber que ellos estuvieran bien. No dejaba llorar
mientras pensaba que era la única de los Montero Sánchez que
estaba con vida. Todos me habían abandonado pero lo que no entendí es porque yo
no me fui con ellos.
Bueno, después de esto
me fui a vivir con mi abuela y seguí como pude mis estudios. Os admitiré que
después de aquello cambié por completo, principalmente mi manera de ver la
vida.
Ahora tengo 31 años y
no llegué a cumplir mi sueño de ser médico porque encontré otro mejor que era
pertenecer a la Legión, luchar por defender mi patria y ayudar para que nadie
tenga que pasar y sufrir como lo hice yo. Ahora he cumplido ese gran sueño por
el que de verdad he luchado para honrar a esa familia que nunca perdí.
Irene Gallurralde Zarza
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