Federico de Juan (Soñando Despierto)



SOÑANDO DESPIERTO


Estoy en medio de la pista, se escucha el paso de los segundos pero nada más. Miro al temporizador, 10, 9, 8, 7, 6, tengo el balón en las manos, no veo a nadie a mi alrededor, lo cual es raro. 5, 4, 3, 2, 1… suena la bocina, tan fuerte como nunca la había escuchado, como si de un disparo o una bomba se tratara.

De repente empiezo a escuchar mi nombre, una y otra vez… cuando me quiero dar cuenta estoy sentado en mi pupitre, con un libro en la mesa y el profesor preguntándome. No sé contestar, por su puesto, el profesor no le da demasiada importancia y sigue la clase. Me tranquilizo al ver que uno de mis compañeros se encuentra en el mismo estado que yo, como lo diría: “sobado”, nos miramos y nos sonreímos, suele pasar. Me encuentro en este estado prácticamente toda la mañana, lucho por no volver a caer, me cuesta, intento coger los apuntes, lo que me mantiene despierto. No dejo de pensar en una melodía, unos acordes, las notas, la pantalla de mi ordenador, la púa, las cuerdas… Esa canción que no se me quita de la cabeza, me despierta más aún, me da ganas de seguir haciendo lo que hago, soñar, por imposible que parezca el objetivo, pensar, cómo lo voy a hacer, decepcionarme, al saber lo difícil que me va a resultar, imaginar, lo que podría hacer si lo lograra y darme cuenta de que por mucho tiempo que gaste aprendiendo, viendo, practicando, ensayando… El llegar a conseguirlo me da fuerzas para continuar aunque este cansado. A todo esto, creo que se me han pasado ya un par de lecciones…

Mis días son largos, más largos de lo normal. Estudiar, poco, mas bien lo justo, y no da mal resultado. Dormir, incluso menos, poca gente esta de acuerdo, el sueño es sano y es necesario para estar activo durante el día, pero como ya he dicho, a mi no es el tipo de sueño que me activa. La de cosas que no nos da tiempo a hacer mientras dormimos, sobretodo a estas edades donde se duerme casi más de lo que se está despierto. Gasto casi todo mi tiempo en aprender, aprender lo que no quise aprender antes por pereza, por falta de emoción y por no tener casi nunca un buen estado de ánimo. Me arrepiento y me sigo arrepintiendo de cada segundo perdido, pero sigo soñando. No te va a dar tiempo, estás loco, ya es tarde, es una pérdida de tiempo, tienes que estudiar más, no te vas a poder levantar, ¿¡cuánto has dormido!? Estas son algunas de las cosas que suelen decirme todos los días.

Son las 3 de la mañana, la gente normal suele dormir, pero yo no, no se me ocurre nada mejor que pasarme la noche viendo la NBA. Llevo un día bastante ajetreado, tuve examen, también al día siguiente, no he tenido mucho tiempo para dedicarle a la música, pero si hay algo que me alivia es ver baloncesto, las finales, el momento cumbre de la temporada y no me lo iba a perder por nada en el mundo. La emoción del partido, la rivalidad, los triples de Don Stephen, los mates del rey, la tensión de los últimos segundos. No podían faltar los comentaristas, sus frases: “el lo sabe”, “ha sonado chof” y muchas otras más que algunos conoceréis, esa capacidad de entretener al público a altas horas de la noche. Un sentimiento indescriptible, una locura que solo unos pocos afortunados son capaces de afrontar.

La pasión y los sueños son los que realmente deberían mover el mundo, a la gente, ojalá todos fuéramos capaces de sacarlo todo, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que verdaderamente queremos hacer, abrir la mente. Dejar a un lado las apariencias, qué pensará uno, qué pensará el otro, qué filtro debo poner en mi foto de Instagram para verme mejor, qué ropa debo llevar para que la gente me mire, qué debo hacer para que la gente me quiera y quiera hablar conmigo, cómo debo actuar, cuántos likes me faltan para superar a ése o a ésa que me cae tan mal, qué música escuchan los demás que sea “guay” y guste a todo el mundo, qué filtro de Snapchat debo usar, ¿el del perro?, devuélveme el teléfono que sino pierdo los “strikes”. Cómo voy a saber qué es lo que quiero si llevo toda la vida pensando en que quieren los demás de mi. La gente cambia aunque no nos lo creamos, nunca es demasiado tarde para soñar, la vida son 2 días, o eso dicen, y hay que aprovecharlos siendo uno mismo.

Por cierto, se me olvidó seguir la historia, por dónde iba… Ah, sí, estaba yo con el balón, 5, 4, 3… tiré, 2, 1… Yo metí la canasta, ¿y vosotros? Aún estáis a tiempo.

Federico de Juan nº15 1ºA


Comentarios