Carlos Colín Ponce (Un día inusual)




UN DIA INUSUAL

Todo está patas arriba. Todo es inusual en este día del mes de julio en mi casa de Madrid. Mi madre va de un sitio a otro de la casa con una velocidad vertiginosa y susurrando para sí misma entre soniditos inaudibles.

Mi padre deambula por el pasillo con cara de sorpresa e incredulidad ante las cosas que se le van presentando por el pasillo de forma inesperada y ante las instrucciones y mensajes que le facilita mi madre.

Mi hermana está relajada tranquilamente en el sofá, como siempre, con el móvil en la mano enviando “mensajitos” y con una gran sonrisa de satisfacción en su cara. Es como si estuviera en una continua transformación esperando algo inesperado.

Y yo…, yo me encuentro observando esta curiosa escena, que se repite año tras año en estos primeros días del mes de julio.

Sí, empieza nuestro viaje hacia algún sitio de nuestras “ansiadas” vacaciones de verano.

Una pereza machacona invade mi cuerpo y mi mente, intentando alejarme de estos primeros momentos de desesperada improvisación. Selección y elección de mis necesarios elementos extraordinarios y necesarios que me debo llevar para pasar unos días de “relajada” fuga de lo cotidiano.

¿Pero cómo escapar de estos primeros momentos de caos y desorganización?

Menos mal que siempre tenemos a mamá… si no fuera por ella jamás nos podríamos marchar.

Mi padre, solo refunfuña por el pasillo: “No llegamos, no llegamos…” con un sudor de verdadera preocupación en su rostro.

Mi madre…, mi madre es un verdadero lujo. Es como su tuviera una pequeña computadora en su organizado cerebro y supiera qué hacer y qué elegir en cada momento con milimétrica precisión.

Este año, la selección de lo que nos debemos llevar, debe ser más rigurosa, pues viajamos a un punto lejano del Caribe…, donde pretendemos desconectar de todo lo que dejamos atrás después de este largo año. 

¡Es inevitable! La máxima preocupación mía y de mi hermana en estos momentos es saber si en el hotel podremos conectarnos correctamente con la wifi y de qué forma afectará el rooming en nuestras relaciones cotidianas con nuestro entorno red.

¡Por fin estamos en algo de acuerdo!

Un toque de atención de papá nos avisa: “Sólo quedan 15 minutos para que llegue el Taxi”

Se va refunfuñando por el pasillo y diciendo “perdemos el avión…, perdemos el avión”.

Mi madre vuelve a poner orden: “Vamos, cerrando cada uno sus maletas”, “Nos vamos”

Ya todo es inevitable, no hay marcha atrás. Estamos perfectamente alineados en el pasillo, cada uno delante de sus maletas y de sus elementos de mano, dispuestos a salir pitando por la puerta de nuestra casa.

Viajecitos, rápidos y fugaces de cada una a sus habitación en una desesperada comprobación de que no nos hemos dejado nada imprescindible.

El clamor del sonido del Portero Automático, nos hace despertar de estos últimos momentos de reflexión.

“Ya está aquí el Taxi” Grita mi padre.

Bajamos rápidamente y ya la suerte está echada. No hay vuelta atrás; ¿o sí?

¿Has cogido los pasaportes?, dice mi madre, y la cara de mi padre se vuelve roja y sudorosa…
Por fin…, ya está todo en orden. Camino del aeropuerto, no hay vuelta atrás.

Dejamos un largo invierno, de trabajo, lucha y preocupaciones y nos disponemos a viajar hacia algo inesperado y siempre divertido.

Sí, el principio es algo caótico…, pero no cambiaría estos días de vacaciones en familia por nada del mundo.

A mi vuelta os cuento…





 Carlos Colín Ponce
1ºB Bach, escrito a día 12 de febrero de 2017




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