UNA ENFERMEDAD
- ¿Hola soy yo no te
acuerdas de mi?¿ Hola? ¿Abuela?
- Déjalo hija no sabe
quien eres
- No mamá, no es
posible, es la abuela; ¿cómo no me reconoce?
- Tiene Alzheimer hija,
no se entera de nada…
¿Cómo que no me entero?
¿Pero que están diciendo?
Si, estas son mi hija y
mi nieta. Las veo perfectamente, sé quienes son pero no las puedo reconocer, no
sé que me pasa...
Todo empezó hace tres
años, mi hija me llevó al medico y resultó que tenía eso que llaman
Alzheimer. Yo no le di importancia la verdad, como al resto de enfermedades que
me habían diagnosticado a lo largo de mi vida.
Aunque, a medida que
pasaba pruebas y me confirmaron el diagnóstico, note a mi familia diferente, me
trataban como si fuera tonta. Es decir, no me malinterpretéis, tampoco soy ni
era Einstein. La edad pasa factura a tu cerebro como suelen decir, pero nunca
tanto.Es difícil de explicar pero, a partir de ese momento, fui notando un
deterioro mayor.
Primero fueron las
llaves , ¡ay las malditas llaves! Cada vez que salía juraba haberlas cogido,
pero al final del día cuando volvía de mis recados, ahí estaba alguno de mi
familia para recordarme la hora, darme las llaves , que les dijera los lugares
en los que había estado… y yo no me acordaba de nada. De repente se me olvidaba
que había hecho ese día e incluso me ponía muy agresiva cuando solo me estaban
intentando ayudar. En mi interior quería parar, no me gustaba lo que estaba
haciendo, hasta que se me pasaba y volvía a mi normalidad y a recordar alguna
que otra cosa.
Después de eso ya no
eran solo las llaves .... Empecé a olvidar a mi familia, a mis amigos, a la
gente que veía todos los días. No sabría como explicaros esta sensación, siempre
he sabido quienes eran pero ahora no les podía reconocer, o eso era lo que
notaba. Sentía incluso que eran extraños.
Llegó el momento en el
que mi familia decidió que necesitaba alguien con quién pasar todos mis días, así
que, me pusieron a una chica con la que estaba día y noche.
Yo siempre había odiado
convivir con alguien desconocido, me gustaba que todo estuviese bajo mi control
y tenerlo todo perfecto.
Gracias a Dios esta
chica era muy agradable y siempre me hacia sentir importante para ella, o sea,
me hacia sentir que seguía en mi propia casa con mis cosas aunque no me
acordaba de la mayoría.
Pasaron los meses y la
cosa empeoró. No me acordaba de nada ni de nadie, no sabía donde estaba y ni
siquiera reconocía a la persona que pasaba todos los días cuidando de mi, Aida.
Esto complicaba las cosas ya que mi respuesta ante esta situación no era como
de costumbre escuchar e intentar recordar , sino que me ponía muy nerviosa y
muy agresiva y noté como Aida ya no podía más.
Como era de esperar, me
metieron en una residencia y Aida se fue.
Sinceramente, ese sitio
no me gustaba nada, empeoraba por días, ya que el resto de personas eran igual
o peor que yo y me sentía una extraña.
Cada vez venían menos a
visitarme y a mis nietos ya ni les conocía. Solo mi hija venía cada semana y mi
nieta poco a poco fue reduciendo sus visitas, hasta tal punto que solo la veía
cuando su madre me llevaba a comer a su casa. La entiendo, es normal, no es
agradable venir a visitar a tu abuela senil a la cual has tenido muchos años en
tu vida como referencia (o eso es lo que ella me decía) y que de repente no se
acuerde ni de ti. Pasar por esto es difícil, aunque agradecía mucho su
presencia cuando se armaba de fuerzas y venía a verme. Sé que lo pasaba mal, lo
notaba en su cara, aunque ella se pensaba que no sabía ni quién era y que no me
estaba enterando de nada, yo estaba ahí.
Lo que quiero decir es
que, aunque ellas se piensen que ahora mismo que están aquí a mi lado no las
reconozca, no sepa quienes son, o solo me vengan recuerdos; en el fondo de mi, es una alegría saber que no se han ido de mi lado y sé que
saben que no me olvido de ellas ni lo haré nunca.
Ana Martínez Iglesias. 1º
Bachillerato A. 16/04/2017
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