Ana Martínez Iglesias (Una enfermedad)




UNA ENFERMEDAD

- ¿Hola soy yo no te acuerdas de mi?¿ Hola? ¿Abuela?
- Déjalo hija no sabe quien eres
- No mamá, no es posible, es la abuela; ¿cómo no me reconoce?
- Tiene Alzheimer hija, no se entera de nada…

¿Cómo que no me entero? ¿Pero que están diciendo?
Si, estas son mi hija y mi nieta. Las veo perfectamente, sé quienes son pero no las puedo reconocer, no sé que me pasa...

Todo empezó hace tres años, mi hija me llevó al medico y resultó que tenía eso que  llaman Alzheimer. Yo no le di importancia la verdad, como al resto de enfermedades que me habían diagnosticado a lo largo de mi vida.
Aunque, a medida que pasaba pruebas y me confirmaron el diagnóstico, note a mi familia diferente, me trataban como si fuera tonta. Es decir, no me malinterpretéis, tampoco soy ni era Einstein. La edad pasa factura a tu cerebro como suelen decir, pero nunca tanto.Es difícil de explicar pero, a partir de ese momento, fui notando un deterioro mayor.

Primero fueron las llaves , ¡ay las malditas llaves! Cada vez que salía juraba haberlas cogido, pero al final del día cuando volvía de mis recados, ahí estaba alguno de mi familia para recordarme la hora, darme las llaves , que les dijera los lugares en los que había estado… y yo no me acordaba de nada. De repente se me olvidaba que había hecho ese día e incluso me ponía muy agresiva cuando solo me estaban intentando ayudar. En mi interior quería parar, no me gustaba lo que estaba haciendo, hasta que se me pasaba y volvía a mi normalidad y a recordar alguna que otra cosa.

Después de eso ya no eran solo las llaves .... Empecé a olvidar a mi familia, a mis amigos, a la gente que veía todos los días. No sabría como explicaros esta sensación, siempre he sabido quienes eran pero ahora no les podía reconocer, o eso era lo que notaba. Sentía incluso que eran extraños.

Llegó el momento en el que mi familia decidió que necesitaba alguien con quién pasar todos mis días, así que, me pusieron a una chica con la que estaba día y noche.                        
Yo siempre había odiado convivir con alguien desconocido, me gustaba que todo estuviese bajo mi control y tenerlo todo perfecto.

Gracias a Dios esta chica era muy agradable y siempre me hacia sentir importante para ella, o sea, me hacia sentir que seguía en mi propia casa con mis cosas aunque no me acordaba de la mayoría.

Pasaron los meses y la cosa empeoró. No me acordaba de nada ni de nadie, no sabía donde estaba y ni siquiera reconocía a la persona que pasaba todos los días cuidando de mi, Aida. Esto complicaba las cosas ya que mi respuesta ante esta situación no era como de costumbre escuchar e intentar recordar , sino que me ponía muy nerviosa y muy agresiva y noté como Aida ya no podía más.

Como era de esperar, me metieron en una residencia y Aida se fue.
Sinceramente, ese sitio no me gustaba nada, empeoraba por días, ya que el resto de personas eran igual o peor que yo y me sentía una extraña.

Cada vez venían menos a visitarme y a mis nietos ya ni les conocía. Solo mi hija venía cada semana y mi nieta poco a poco fue reduciendo sus visitas, hasta tal punto que solo la veía cuando su madre me llevaba a comer a su casa. La entiendo, es normal, no es agradable venir a visitar a tu abuela senil a la cual has tenido muchos años en tu vida como referencia (o eso es lo que ella me decía) y que de repente no se acuerde ni de ti. Pasar por esto es difícil, aunque agradecía mucho su presencia cuando se armaba de fuerzas y venía a verme. Sé que lo pasaba mal, lo notaba en su cara, aunque ella se pensaba que no sabía ni quién era y que no me estaba enterando de nada, yo estaba ahí.

Lo que quiero decir es que, aunque ellas se piensen que ahora mismo que están aquí a mi lado no las reconozca, no sepa quienes son, o solo me vengan recuerdos; en el fondo de mi, es una alegría saber que no se han ido de mi lado y sé que saben que no me olvido de ellas ni lo haré nunca.

Ana Martínez Iglesias. Bachillerato A. 16/04/2017


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